Lekeitio, una maravilla vizcaína

Modelo de localidad apacible, mezcla de pueblo marinero y de refugio de veraneantes tranquilos, Lekeitio es un cobijo de la costa vizcaína al margen del trasiego del turismo de masas. Como otros puertos de la costa vasca su desarrollo ha estado unido al mar: pesca, industria conservera y construcción naval. Pero Lekeitio siempre ha sido algo más que un puerto pesquero.

A principios del siglo XX la tranquilidad y el encanto del paraje cautivaron a la aristocracia centroeuropea que lo convirtió en un centro residencia de élite para su exilio. Hoy sigue conservando esas virtudes, pero las ofreces ya a un turismo más popular. El puerto, las playas y unos alrededores llenos de rincones para perderse son sus principales atractivos.

El lugar idóneo para iniciar el recorrido es la plaza de los Fueros, entre el Ayuntamiento y la majestuosa iglesia de Santa María de la Asunción. Este es un templo del siglo XV, de estilo gótico tardío, al que los estudiosos de la materia otorgan carácter de único. En su interior destacan unos retablos de Flandes y una imagen de la Virgen de la Antigua.

En la plaza de los Fueros, se pueden observer algunas casas blasonadas como el Palacio de Arostegi, la Torre Turpín y el Palacio Uriarte. Torres y palacios solemnes, algo rancios, que constratan con la imagen colorista y abigarrada de las casas del puerto. Además, se debe pasear por el antiguo barrio de los pescadores.

Como pueblo marinero, el máximo atractivo de Lekeitio está en el puerto, en la descarga del pescado cuando llegan los barcos y en las tabernas y las lonjas donde se guardan redes y pertrechos. Hay que recorrer los muelles, visitar la lonja de pescado y acabar el paseo en La Tala, rompeolas a mar abierto.

Por último, las tres playas de Lekeitio están separadas por la desembocadura del río Lea. Isuntza, es una playa ganada al mar que en marea baja se puede cruzar para acceder a la playa Salvaje, y a la la más alejada, pero magnífica, Karraspio.

Foto vía Ketari en Nirudia

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